• 8 abril, 2025 3:03 am

La tribuna de las regiones

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Una pelea de perros y el rifi-rafe diplomático

Por: Florentino Mesa

En el imaginario popular, una pelea de perros es sinónimo de caos, de energía descontrolada y de una falta absoluta de juicio racional. El reciente intercambio de mensajes y amenazas entre los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Colombia, Gustavo Petro, no es muy distinto a esa imagen. Dos líderes mundiales, impulsados más por el instinto que por la razón, se enfrentaron en un duelo digital que podría haber tenido consecuencias mucho más graves que un simple enfrentamiento diplomático en redes sociales.

Todo comenzó con un insólito trino de Petro en la red social X (antes Twitter), a las tres de la madrugada de un domingo. En un acto intempestivo, el mandatario colombiano ordenó impedir el arribo de dos aviones con colombianos deportados desde Estados Unidos. Esta decisión, tomada en un momento que parecía más guiado por emociones nocturnas que por estrategias diplomáticas, desató una tormenta de declaraciones entre ambos países. Trump, fiel a su estilo beligerante y directo, contraatacó con amenazas de sanciones arancelarias y restricciones de visas para los colombianos. Petro no tardó en replicar, escalando el conflicto y con amenazas similares.

El episodio, que podría parecer un absurdo enfrentamiento personal, en realidad representa algo mucho más preocupante: la fragilidad de la diplomacia global cuando está en manos de líderes que toman decisiones intempestivas en redes sociales. El uso de plataformas como X para dirimir asuntos de Estado ha convertido a los presidentes en gladiadores digitales, donde la rapidez del pulgar parece pesar más que el peso de la responsabilidad.

La analogía con una pelea de perros no es gratuita. En este tipo de conflictos, no hay ganadores, solo daños colaterales. Las amenazas de sanciones mutuas podrían afectar a millones de personas: colombianos que dependen de visas para trabajar o estudiar en Estados Unidos, exportadores que se beneficiarían de aranceles bajos, e incluso las relaciones comerciales en general. Todo esto, en un contexto donde lo que se necesita es una diplomacia serena y efectiva, no un enfrentamiento entre egos presidenciales.

Pero más allá de las consecuencias económicas y políticas, lo más alarmante es la imprevisibilidad de ambos mandatarios. ¿Qué podría pasar si, en uno de estos arrebatos, Trump decide tomar una decisión mucho más drástica, como apretar un botón nuclear? O peor aún, ¿qué sucedería si Petro, guiado por algún impulso de la madrugada y bajo influencia de factores desconocidos, toma una medida que desestabilice por completo la región? La incertidumbre de sus acciones es un recordatorio de cómo los impulsos individuales de los líderes pueden poner en peligro la estabilidad internacional.

En este contexto, cabe reflexionar: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a tolerar que quienes detentan el poder actúen como perros en pelea, mordiéndose sin medir las consecuencias? En lugar de construir puentes, este tipo de enfrentamientos solo levanta muros y siembra desconfianza. La diplomacia no puede ser un espectáculo de redes sociales; debe ser una herramienta de construcción y entendimiento.

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